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Durante la historia de la humanidad, se ha tratado de definir cuáles son las diferencias y afinidades que existen entre los hombres; generalmente y para la sociedad actual, ha sido más fácil señalar que es lo que nos separa; para las corrientes esotéricas o humanas (y últimamente científicas) se ha podido demostrar que a todos los seres humanos nos unen estrechas relaciones entre sí, con la naturaleza y con el universo entero.

Sin embargo, desde el punto de vista médico, se puede afirmar que sólo hay una diferencia entre los moradores del universo: el hombre sano y el hombre enfermo. En cuanto a la gran afinidad que poseemos entre sí, es el hecho de que amaremos siempre lo más propio, y la respuesta invariable será el amor a la vida. El hombre, al menos los que poseen salud mental, aman y luchan por la vida, esto explica por qué la humanidad ha buscado incansablemente en muchos campos, la forma de prolongar su existencia.

Es por ello que el hombre, desde su inicio en la tierra ha trabajado para resolver, prevenir y encaminar la vida tanto individual como la de la comunidad, específicamente en fenómenos ligados a la salud y a la enfermedad, esto ha sido así desde el hombre primitivo hasta la sociedad de nuestros días.

Las sociedades primitivas, por instinto de preservación conocían  bien cuáles, entre los seres vivientes del reino animal y vegetal,  eran los alimentos adecuados y podrían en ciertas condiciones contribuir a su salud o devolverla, pero también conocían cuáles eran productores de enfermedades o que podían ser venenosos para el ser humano. Podrían lograr esta clasificación debido a la memoria que poseían, recordaban las experiencias agradables y desagradables con cada planta, animal o mineral; sin embargo, al fallar la memoria, muchas veces se podía producir confusión, ya que como es natural, no llevaban un registro escrito.

Por otra parte, muchos investigadores no le atribuyen a la sociedad primitiva, la existencia de médicos, por el hecho de que no conocían el origen de las enfermedades, sin embargo, se sabe que para poder aplicar cierta planta, ellos tendrían que conocer las propiedades de la planta y aplicarla de acuerdo a una necesidad específica del enfermo, ellos atribuían que toda enfermedad era ocasionada por la “falta de” o “exceso de” en el organismo humano, y eso sigue siendo válido hasta nuestros días.

El hombre moderno poco se detiene a pensar en el usufructo que goza como legado de la historia de la humanidad que nos ha precedido. Para la mayoría, lo nuevo, lo práctico, lo que hoy es sensacional, les parece objeto de reciente creación sin eslabonarlo con el pasado; sin embargo, la mayoría de los objetos de uso, sistemas sociales y casi toda la expresión cultural, tienen sus orígenes en un pasado cercano o remoto: desde el hombre al que llamamos “primitivo”.

Esta tendencia nos hace hipervalorar “el ingenio”, la creatividad y la potencialidad del hombre moderno que, en algunas sociedades, alcanza niveles de narcisismo colectivo casi tocando lo enfermizo. Sin embargo, la hoy llamada ciencia médica, el arte y el oficio médico que se ejercen actualmente, proceden de una milenaria educación formada por hechos concatenados que unen múltiples generaciones, la medicina es tan antigua como la humanidad misma.

El arte y el oficio que ejerce actualmente un médico, es en esencia, el mismo desde que se inició la humanidad, aunque sus métodos y herramientas han evolucionado con la historia misma. La misión del médico a través de los siglos ha sido la misma: tratar de preservar la salud y devolverla a quienes la han perdido.

Por lo tanto, la medicina existe desde que el hombre existe, hoy a esas técnicas ancestrales de medicina la conocemos como MEDICINA TRADICIONAL o MEDICINA ANCESTRAL, que incluye el uso de hierbas, masajes, rituales, ajustes óseos, uso de la palabra, entre otros.

Actualmente, vivimos en una época en la que es adecuado integrar los conocimientos que han surgido en toda la historia de la humanidad, desde nuestros ancestros más remotos hasta los descubrimientos más recientes que ha hecho el hombre a través de la ciencia, y por su puesto sin olvidar la filosofía y cosmovisión de cada pueblo.

Nuestra sagrada energía ya tuvo a bien ocultarse,
nuestro venerable sol ya dignamente desapareció su rostro,
y en total obscuridad se dignó dejarnos.

Ciertamente sabemos (que) otra vez se dignará volver,
que otra vez tendrá a bien salir
y nuevamente vendrá dignamente a alumbrarnos.

En tanto que allá entre los muertos tenga a bien permanecer .
Muy rápido reunámonos, congreguémonos
y en medio de nuestro corazón escondamos todo
el nuestro corazón se honra amando
y sabemos nuestra riqueza en nosotros como gran esmeralda.

Hagamos desaparecer  nuestros lugares sagrados,
los nuestros Calmécac, los nuestros juegos de pelota, los nuestros Telpochcalli,
las nuestras casas de canto;
que solos se queden los nuestros caminos
y nuestros hogares que nos preserven .

Hasta cuando se digne salir el nuevo nuestro sol,
los venerados padres y las veneradas madres que nunca se olviden
de decirles a los sus jóvenes y que les enseñen (a) sus hijos
mientras se dignen vivir,
precisamente cuán buena ha sido hasta ahora nuestra amada ANÁHUAC
donde nos cuidan nuestros venerados difuntos,
su voluntad y sus deseo,
y solo también por causa de nuestro respeto por ellos
y nuestra humildad ante ellos que recibieron nuestros venerados antecesores
y que los nuestros venerados padres,
a un lado y otro en las venas de nuestro corazón,
los hicieron conocer en nuestro ser.

Ahora nosotros entregamos la tarea (a) los nuestros hijos
¡Que no olviden, que les informen (a) sus hijos intensamente
como será la su elevación, como nuevamente se levantará el nuestro venerable sol
y precisamente como mostrará dignamente su fuerza
precisamente como tendrá a bien completar grandiosamente su digna promesa
esta nuestra venerada y amada tierra madre ANÁHUAC!

CUAHTÉMOC
Anáhuac Huei Tlahtohuani
Consigna de Anáhuac